Publicado
en el monográfico de La vanguardia del Saló de l´Ensenyament de este año, dejo
aquí el artículo.
Hace ya
un tiempo que pensamos en ello en El caparazón,,cuando analizábamos el
estudio del Institute for the Future (IFTF), Future Work Skills 2020,
realizando una prospección acerca de las nuevas rofesiones, de los cambios en
las competencias que requerirán los puestos de trabajo del futuro. Se trata de
la denominada industria 4.0, también categorizada como cuarta revolución
industrial. Dicho en pocas palabras, se trata del cambio hacia “fábricas
inteligentes” (smart factories), capaces de adaptarse de forma automática a las
necesidades de cada proceso de producción. El concepto incluye el uso de
internet y tecnologías punteras, como el internet de las cosas, el trabajo con
enormes fuentes de datos, etc., pero supone también una evolución cultural
hacia la que denominamos la cultura maker, de pequeños artesanos que a través
de impresoras 3D y demás desafíen incluso el mundo de las patentes de la gran
industria. Aunque muchos estudios no descartan que el trabajador de carne y
hueso sea, en todo ello, cada vez más prescindible, renovando las pesadillas de
los luditas, en el momento actual y en un futuro inmediato, todo ello resulta
impensable sin la programación y coordinación por parte del ser humano.
Las
competencias esenciales para el trabajador o Maker 4.0 són:
Pensamiento
adaptativo y computacional:
es la
habilidad de pensar y encontrar soluciones y respuestas más allá de lo
memorizado o resumido en reglas. Resultan importantes la intuición, el
ensayo-error, la flexibilidad, la observación y cambio, la beta permanente,
etc. Más allá de la inteligencia mecánica, que se limitaba a la selección de
opciones predefinidas, nos dirigimos hacia modelos en los que la creatividad
humana, la flexibilidad, la capacidad de aprendizaje y la mejora constante
serán esenciales.
Competencias
técnicas, pero cada vez más integradas en lo computacional:
no
desaparece su necesidad, aunque si pensamos en sistemas ciberfísicos, deberemos
unirlas a las habilidades propias del trabajo con TIC y datos. El uso, control,
protección, seguridad, análisis de los datos, etc. se convierten en esenciales.
Transdisciplinariedad:
la
industria demanda, cada vez más, graduados educados de forma interdisciplinar y
orientados a la práctica.
Colaboración,
sobre todo virtual:
en el
mismo sentido de lo anterior, la abundancia y complejidad del conocimiento
necesario actual hacen imprescindibles habilidades para colaborar. Sea en
cuanto a cooperación interdisciplinar, gestión de proyectos, habilidades de
comunicación, competencia organizacional y liderazgo, toma de decisiones e
incluso a nivel transcultural, las competencias sociales se convierten en
esenciales.
Aprendizaje
permanente:
el
trabajador o maker 4.0 deberá mostrar, como cualidad esencial, disposición para
el aprendizaje durante toda la vida (life-long learning).
Gestión
de la carga cognitiva:
entendida
como la capacidad de discriminar y filtrar la información, incluye habilidades
para aprovechar al máximo el propio funcionamiento cognitivo ante enormes
caudales de información. Técnicas de documentalismo, de curación de contenidos,
productividad personal, etc., son ya esenciales.
Es indudable el cambio que todo ello significa
para los actuales sistemas de formación. Me gustaría terminar, sin embargo,
recordando que los usos actuales de nuestros jóvenes, crecidos en la ecología
de videojuegos, redes sociales, información caótica en internet, no andan
demasiado lejos de todo ello. Encontramos en las aulas participantes ya hechos
al trabajo colaborativo (community managers naturales), interdisciplinar y
multicultural, hábiles en la curación de todo tipo de listas y que aprenden,
casi de forma automática, cualquier nueva estrategia que les permita comunicar
o jugar (también en colaboración) mejor. La correcta canalización de todo ello
hacia el mundo laboral será la tarea esencial de los formadores del futuro.
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