11 COSAS QUE NOS ENSEÑARON MAL EN
EL COLEGIO
No es culpa de los profesores,
claro: la ciencia avanza que es una barbaridad
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La inmensa mayoría de las cosas
que nos enseñan en el colegio son ciertas, evidentemente. Y nada más lejos de
nuestra intención que poner en duda la labor de los maestros y la importancia
de recibir una buena educación.
Pero es verdad que algunos temas
se simplificaban -al fin y al cabo, éramos muy pequeños y no tan listos como
creíamos- y, además, algunos de nuestros libros de texto de entonces se han
quedado anticuados porque la ciencia avanza que es una barbaridad.
A pesar de que tiene su
explicación, este asunto trae de cabeza a mucha gente, como prueban, por
ejemplo, los hilos de Reddit
y de Quora
que recopilan este tipo de historias que nos enseñaron y que luego descubrimos
que no eran ciertas (o no del todo). El de Reddit, por ejemplo, suma más de
1.300 comentarios.
Hemos recogido algunas. Por
supuesto, esto no significa que a ti te las enseñaran todas. Ya sería mala
suerte. Las explicamos brevemente, con enlaces a otros textos más extensos. Si
aun así tienes dudas, llama a tu profe.
1. Tenemos cinco sentidos. Esta categorización que viene de Aristóteles es incompleta.
Tenemos entre 9 y 20,
dependiendo de la definición que usemos, como ya apuntamos en otro artículo
anterior. Estos incluyen
la propiocepción, que nos permite saber dónde están las diferentes partes de
nuestro cuerpo, los sensores de temperatura (termocepción), del dolor
(nocicepción) e incluso el
sentido del equilibrio. Algunos apuntan
que lo más fácil es dividirlos en tres grupos: mecánicos (tacto, oído y
propiocepción), químicos (gusto, olfato y los sentidos internos) y la luz.
2. Las partes de la lengua están
especializadas en diferentes sabores. Los
receptores de sabor están distribuidos por
toda la lengua. Además, hay un quinto sabor, umami, que significa
“sabroso” y que está presente en
las proteínas.
3. Hay tres (o cuatro) estados de
la materia. Se solía mencionar el sólido, el
gaseoso y el líquido, añadiendo en cursos superiores el plasma. A eso hay que
añadir otros estados que (eso sí) no se producen
de forma natural en nuestro entorno: el condensado de Bose-Einstein,
para el que se necesitan láseres e imanes, enfriando los átomos a una
temperatura cercana al cero absoluto y deteniendo el
movimiento de las moléculas casi por completo. También el condensado de
Fermi, que también se da a temperaturas muy bajas, y el supersólido,
en el que no hay viscosidad, por lo que estas sustancias podrían fluir sin
fricción. Todos se hallaron con posterioridad a 1995.
4. México es un país
centroamericano. Es cierto que algunas
clasificaciones, como la de la
ONU, sitúan a México en la región centroamericana, pero este país
forma parte del subcontinente de América del
Norte, junto con Canadá, Estados Unidos, el Itsmo de Tehauantepec y
Groenlandia. América Central
comprende siete países: Guatemala, Belice, Honduras, El Salvador, Nicaragua,
Costa Rica y Panamá. Los países angloparlantes incluyen en ocasiones esta
región también en
América del Norte. Probablemente lo sabes desde que se te ocurrió
comentarle a un mexicano que su país era centroamericano o, peor, sudamericano,
y se lo tomó muy a
mal.
América del Norte, según la
Wikipedia
5. En la Edad Media se creía que
la Tierra era plana. “Todos los estudiosos de la Edad
Media sabían que la Tierra era una esfera”, explica Umberto Eco en Historia de las
tierras y los lugares legendarios, citando a Dante, Orígenes,
Ambrosio, Alberto Magno, Tomas de Aquino e Isidoro de Sevilla, que incluso
calculó la longitud del Ecuador. De hecho, las críticas a la ruta propuesta por
Colón no se debían al temor a que cayera por un abismo, sino a que se
consideraba que el navegante se basaba en un cálculo optimista acerca del
tamaño de la Tierra y que su ruta no era tan corta como pensaba. Y no lo era.
Hablamos de este asunto en un artículo que explicaba por qué todos
los mapas están mal.
6. Hablando de Cristóbal Colón,
él no descubrió América. Para empezar, ya había
gente en América, así que el continente estaba descubierto. Otra cosa es que
los europeos ignoraran su existencia. Y Colón nunca supo que
había dado con un continente nuevo. Además de eso, antes que él podrían haber
llegado los galeses (dudoso), los fenicios (poco probable), los
polinesios (posible), los chinos (probable) y los vikingos
(casi seguro).
7. En la Edad Media, a los 30
años ya eras viejo. La esperanza de vida era muy
corta (en torno a los 43 años) pero eso se debía sobre todo a la mortalidad
infantil. En realidad
una persona que alcanzara los 20 años tenía bastantes posibilidades de llegar a
los 45, y si cumplía 30, podía confiar en llegar a la cincuentena. Había muchas
muertes infantiles y, más adelante unas cuantas (aunque menos) por
enfermedades, en guerras y en partos. Es decir, no era tan fácil
llegar a los 70 años como hoy en día, pero a los 30 tampoco eran ancianos.
De hecho, la edad máxima se ha
mantenido más o menos estable a lo largo de la historia y el incremento en la
esperanza de vida a partir del siglo XX se debe en gran medida (aunque no
únicamente) a la reducción de la mortalidad infantil. Por ejemplo,
en España morían 185,9 niños por cada 1.000 nacimientos durante el primer año
de vida en 1901. El número había caído a 64,2 en 1950 y en la actualidad
está en 3,8.
8. Las pirámides fueron
construidas por esclavos. “Desde hace una
década, cuando en 1990 y siguiendo la tradición de los hallazgos fortuitos (el
caballo de un turista estadounidense tropezó con una estructura semienterrada)
el arqueólogo Mark Lehner y el secretario general de antigüedades egipcio Zahi
Hawass descubrieron en Giza el cementerio de los constructores de las grandes
pirámides, se sabe que esos inmensos monumentos no los construyeron esclavos a
latigazos, como nos ha acostumbrado el cine a creerlo (ni los judíos, ni los
atlantes, ni los extraterrestres), sino trabajadores egipcios libres”, escribía Jacinto
Antón en EL PAÍS.
Según recoge The Guardian, Lehner explicaba
que “no habrían sido enterrados de forma tan honorable de haber sido esclavos”.
También recordaba en Harvard
Magazine que en Egipto había “trabajo obligatorio”, pero también
afectaba a las jerarquías sociales más altas, de un modo parecido al vasallaje
de las sociedades feudales, y además contemplaba el cobro de un sueldo o de
algún tipo de prestación.
9. Los camaleones cambian de
color para camuflarse con el entorno. En
realidad, cambian de color para comunicarse. Los machos optan por colores
brillantes para parecer dominantes y más oscuros antes de encuentros agresivos,
escribe Wired.
Y las hembras también pueden cambiar el color de su piel para mostrar a los
machos si están dispuestas a aparearse. Materia detallaba en un
artículo de 2015 la mecánica detrás de estos cambios.
10. La vida se divide en el reino
animal y el reino vegetal. Como explica Bill
Bryson en Una breve historia de casi todo, “bien entrada la era espacial, la
mayoría de los libros de texto aún dividía el mundo de lo vivo en solo dos
categorías: plantas y animales. Los microorganismos apenas aparecían” y “se
trataban como protoanimales y, las algas, como protoplantas”. Además, “muchos
organismos del mundo visible tampoco acababan de ajustarse bien a la división
tradicional. Los hongos (el grupo que incluye setas, mohos, mildius, levaduras
y bejines) se trataban casi siempre como objetos botánicos", aunque no
fotosintetizan y “casi la única característica que comparten con las plantas es
que tienen raíz”.
Con el objetivo de resolver estos
problemas de clasificación, en 1969, R. H. Whittaker propuso clasificar la
vida en cinco reinos: animales, plantas, hongos, protistas (organismos
microscópicos multicelulares conocidos como eucariotas, que suelen
ser más grandes que las bacterias, dotados de movilidad y acuáticos, como
algunas algas y musgos) y monera (que actualmente se dividen en archaebacteria
y eubacteria, y que son organismos
microscópicos y unicelulares).
11. En el espacio no hay
gravedad. Como explica Jordi Pereyra en su
blog Ciencia de sofá,
si en el espacio no hubiera gravedad “(de planetas, satélites, estrellas,
agujeros negros…), nada se mantendría unido: la Luna no daría vueltas a nuestro
alrededor, ni nosotros alrededor del Sol, ni existirían siquiera las galaxias”.
Es más, como explica el mismo
autor en El universo en
una taza de café, “a unos 400 kilómetros de altura, en la Estación
Espacial Internacional, los astronautas sienten prácticamente la misma fuerza
gravitatoria que nosotros en tierra firme”. Pero la estación está en órbita, lo
cual significa que en realidad “están cayendo permanentemente hacia la
superficie sin llegar a tocarla. Es decir que, más que la ausencia de una
fuerza gravitatoria, lo que experimentan es una caída libre eterna”.
Y añade:
cuando se pone algo en órbita alrededor de la Tierra, “hay que conseguir que la
nave que queremos mandar al espacio caiga hacia el suelo al mismo ritmo que la
curvatura del planeta aleja la superficie terrestre de ella”. Es decir, en
cierto modo, la Estación Espacial Internacional se está cayendo todo el rato,
pero no acierta con el suelo. El proceso completo está explicado en su blog
y, también, en este fragmento del programa de RTVE Órbita Laika.
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