Lo que de verdad esconde el inexistente síndrome de
alienación parental
Muchos
años después de que sus padres se separaran, Patricia Fernández sigue
recordando con angustia las insistentes preguntas de los peritos judiciales.
Querían demostrar cómo su madre la había predispuesto contra su padre
(progenitor biológico lo llama ella), cuando estaban en proceso de separación.
Ni ella ni su hermano, que en ese momento tenían 6 y 4 años, querían
tener visitas ni convivir con él. La conclusión de los peritos fue que la madre
les había lavado el cerebro en contra de su pareja. Hoy Patricia tiene 20 años
y lleva al menos dos contando su historia. Lo ha hecho a través de las páginas
de un libro, en entrevistas a medios de comunicación, a través de la
asociación Avanza sin miedo que fundó para ayudar a niños
jóvenes como ella y este pasado domingo lo volvió a hacer en el programa El Objetivo de La Sexta, en el contexto de la celebración de
día contra la violencia de género.
El
hecho de que su progenitor biológico (tal como los llama ella) estuviera
condenado en dos ocasiones por malos tratos hacia su madre, pareció un tema
absolutamente secundario a lo largo de los años de lucha judicial por la
custodia de los dos menores.
La
excusa del sistema judicial para cuestionar a su madre era el
llamado Síndrome de Alienación Parental (SAP). Una patología que no
existe. A pasar de ello, su utilización en los juzgados y por parte de
peritos, psicólogos y jueces se ha extendido y supone una bomba de relojería
tanto para las mujeres como para los hijos víctimas de violencia de género.
Según explican a Público los expertos, psicólogos, forenses y juristas
consultados, el fin último de quienes alegan la existencia de este síndrome es
sencillamente evitar que se investiguen las verdaderas razones para que los
hijos e hijas muestren rechazo hacia el padre maltratador.
Una
patología inventada para controlar a las mujeres
El
SAP fue acuñado por el psiquiatra estadounidense, Ricard Gardner, en 1985 para denominar una
serie de comportamientos que supuestamente demostraban la manipulación ejercida
por uno de los progenitores en contra del otro en los procesos de custodia.
Gardner, que actuó en numerosos juicios como perito, recomendaba al tribunal retirar
a los niños de los hogares de los padres alienantes y colocarlos bajo la
custodia de los padres acusados de abuso.
Duramente
criticado por la comunidad científica, el SAP no ha sido reconocido por ninguna
institución médica, psiquiátrica o judicial. Ni la Organización Mundial de la
Salud (OMS), ni la Asociación Americana de Psicología han aceptado este
supuesto trastorno en sus catálogos y su uso en España no está permitido.
De
hecho, una guía contra a la
violencia de género
elaborada por el Consejo General del Poder Judicial insiste a jueces y juezas
que dejen de utilizarlo. A pesar de ello, el concepto, llamado de múltiples
formas (interferencias parentales, instrumentalización de los hijos o lavado de
cerebro) se va haciendo un lugar en las sentencias, con terribles
consecuencias para los menores.
"El
SAP es una entidad no reconocida por las clasificaciones internacionales sobre
enfermedades y por lo tanto su utilización debería estar prohibida como
entidad diagnóstica. Si hay algo que no existe, no puede servir par
tomar decisiones de ningún tipo, ni clínicas (para mandar un tratamiento),
ni judiciales, ni de ningún tipo", afirma Miguel Lorente, médico forense y
experto en violencia de género.
Para
Stefanny Molina, abogada de la organización Women´s Link,
las consecuencias para la protección de las mujeres y sus hijos e hijas frente
a la violencia de género son terribles. Bajo el prisma del SAP, todo lo que
diga la mujer o el niño o la niña se considerará fruto de esa supuesta
manipulación de la madre contra el padre. Es muy desalentador y muy
preocupante que jueces y juezas se sigan basando en esta falsa teoría, en lugar
de investigar y pronunciarse sobre la violencia de género que sufren esas
mujeres y protegerlas a ellas y sus hijos e hijas del maltrato".
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Sonia Vaccaro, psicóloga clínica , asegura que
"ahora, más que nunca, los hombres violentos están utilizando la justicia
para continuar el maltrato y esta vez a través de los hijos e hijas".
La utilización del SAP en la justicia "genera situaciones de alto riesgo,
ya que provoca una involución en los derechos humanos de las niñas y los niños
y de las madres que pretenden protegerles". En su opinión, el SAP es
"otra forma de violencia de género, de violencia contra las mujeres".
Si
no hay base científica ni jurídica que avale la existencia de un síndrome, que
se supone que hace referencia a una patología, la consecuencia lógica, explican
los expertos consultados, es que este instrumento nace de una interpretación
subjetiva, que es ideológica y hunde sus raíces en los prejuicios y
los estereotipos de género.
"Estamos
ante un fraude absoluto", afirma Vaccaro, "porque lo disfracen de lo
que lo disfracen en realidad es ideología pura. Ideología
patriarcal". Y cuando se aplica en los procesos judiciales, sus
efectos son tan devastadores como una bomba atómica, porque lo borra
todo.
Juana
Rivas, un caso paradigmático
A
pesar de no existir, el Síndrome de Alienación Parental es la base sobre la que
se fundamenta toda la actuación de la justicia italiana en el caso de Juana
Rivas. El testimonio del hijo
mayor de Juana,
detallando su miedo y los episodios de maltrato que sufren tanto él como su
hermano pequeño en la relación con su padre, fue ignorado por el juez, que
ordenó que los pequeños regresasen con su progenitor sin aplicar ninguna
medida cautelar que garantice su protección. Todo el proceso a Juana Rivas
en los tribunales italianos está fundamentado en un informe elaborado por una
perito oficial, Ludovica Iesu, que defiende abiertamente la existencia del SAP
y sostiene que Juana manipula a sus hijos para que rechacen a su
progenitor.
Fuentes
cercanas al caso afirman que Iesu es discípula de Giovanni Battista Camerini,
el perito de parte de Francesco Arcuri (expareja de Juana Rivas), uno de los
más conocidos defensores de la implantación del SAP en Italia.
"El
diagnóstico al que llega la psicóloga perito del juzgado de Cagliari, donde se
decide sobre la custodia de los hijos de Juana Rivas, es el SAP, con lo cual
desvirtúa e invalida completamente el razonamiento. La perito empieza el
informe afirmando que no era el objetivo de esa pericia analizar o alcanzar la
verdad, dando a entender que no iba a ver si había o no violencia. Considero
que esa introducción que hace es la base que debería invalidar ese informe,
porque un informe que no busque la verdad, no es un buen informe pericial
nunca", afirma Lorente.
"Lo
que en la causa de Juana no se está teniendo en cuenta, es el origen de toda
esta causa, que es la violencia contra ella y sus hijos. Y cuanto menos
quiera el niño irse con su padre porque ha visto cosas fatales, en lugar de
investigar si efectivamente han sufrido episodios horribles, se interpreta
que la madre le lavó más el cerebro. Aunque sea a la distancia",
afirma Vaccaro.
"Estos
hombres violentos están usando la justicia y la disociación que la justicia
hace en cuanto al rol de padre, lo que a mi entender está tutelando la justicia
patriarcal que es el hombre como padre, obviando si es violento, obviando la
historia de violencia precedente y todos los antecedentes que había de maltrato
y violencia. Incluso obviando lo que ocurre en el momento presente y los
episodios que se puedan dar en el futuro, como está denunciando el hijo mayor
de Rivas", añade Vaccaro.
Esta
psicóloga afirma que estamos viendo un creciente movimiento ultra, más misógino
que se crece. "Esto no deja de ser una reacción a los avances que hemos
conseguido las mujeres en nuestros derechos. No es ni mas ni menos esto".
Los
hijos de Rivas están pues en una situación de desamparo judicial por
culpa de un síndrome malicioso e inexistente. No es el SAP, que como sabemos no
existe, sino la justicia patriarcal. Igual que sucedió con Patricia y su
hermano hace una década.
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