Éstas
son las horas a las que debes comer si quieres adelgazar
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ELENA SANZ 11
nov. 2018 01:40
¿Qué
instrumento de medida deberías tener siempre a mano cuando te propones perder
peso? Si lo primero que se te ha venido a la cabeza es la báscula, te
equivocas. Hablamos del reloj. Porque decidir a qué hora comes es más
importante que andar pesando ingredientes y sumando calorías. Es más, basta
cambiar la hora del desayuno y la cena para causar estragos en tus depósitos de
grasa corporal.
Para demostrarlo, Jonathan Johnston y
sus colegas de la Universidad de Surrey (Reino Unido) diseñaron un estudio piloto
con nueve adultos con un peso estable y sin problemas médicos importantes.
La única pauta dietética que les dieron fue retrasar su desayuno una hora y
media, y adelantar la hora de cenar otros 90 minutos durante más de dos meses.
Una medida que en la jerga se conoce como restricción de horarios de
alimentación (TRF por sus siglas en inglés). Por lo demás, podían comer lo que
quisieran.
CENAR
TEMPRANO
"La mayoría de los estudios
acerca de los efectos de la TRF están limitados a períodos cortos, o a cambios
espontáneos en la ingesta, como los que se llevan a cabo durante el Ramadán -el
mes de ayuno de los musulmanes-", explican los investigadores en la
revista Journal of Nutrictional Science. "Nuestro estudio se alarga durante
10 semanas, para averiguar si reducir la ventana de ingesta de comida provoca
cambios fisiológicos de peso a largo plazo", añaden.
Y la respuesta es un sí rotundo. En
comparación con sujetos control que comieron lo mismo sin limitaciones
horarias, los
individuos sometidos a TRF perdieron peso, redujeron grasa y rebajaron el
consumo calórico. Con un efecto secundario importante: le
paraban los pies a la obesidad, la diabetes y otros problemas metabólicos
derivados del exceso de grasa corporal. La noticia no supone una gran sorpresa.
Mucho antes de que apareciera la disciplina conocida como crononutrición, el
refranero español advertía: Más vale un No-cena, que cien
Avi-cenas, y también Cena temprano y vivirás sano. Sólo que
hasta ahora no se había cuantificado cuánto exactamente convenía adelantar la
última comida del día en humanos.
Sobre los efectos de restringir la
ingesta de alimentos a ciertas horas al día también hay algunos estudios
interesantes en ratones. Sin ir más lejos, otro experimento reciente realizado
desde el Instituto de Estudios Biológicos Salk revela que, consumiendo una
dieta rica en grasas pero sólo en una ventana de 10 horas diarias (y ayunando
las 14 restantes), los roedores no sólo evitan la obesidad y cuidan la línea.
Además, su hígado se mantenía más saludable, sorteaban la diabetes, mantenían a
raya el colesterol y los niveles de inflamación en su cuerpo caían
drásticamente.
Para colmo, en otros ensayos previos,
los mismos investigadores ya habían comprobado que reduciendo a nueve horas el
tiempo de ingesta de alimentos, la masa muscular resultaba ser más magra, y
aumentaban su resistencia al ejercicio aeróbico, duplicando su
capacidad de correr. Por el contrario, la misma dieta sin restricciones
horarias deterioraba la salud de los animales y llenaba sus peludos cuerpos de
lorzas.
Los investigadores del Instituto Salk
manejaban ventanas de 14:10 (14 horas de ayuno, 10 horas de ingesta) y 15:9.
Pero los científicos barajan otras combinaciones. Por ejemplo, una dieta 16:8
(16 horas de ayuno y 8 para comer libremente, similar a la del mes del Ramadán)
reduce los problemas cardiovasculares y la tensión arterial en ambos sexos, así
como la incidencia de cáncer de mama en las féminas. Con menos cáncer y menos
cardiopatías, la esperanza de vida se alarga.
REPARACIÓN
DE TEJIDOS
Desde el punto de vista científico
tiene bastante sentido. Comer interfiere en la regulación del reloj circadiano
y en la expresión de muchos genes. Sin momentos de ayuno estricto, no
permitimos que el metabolismo se regule correctamente. Entre otras cosas porque
comiendo
a todas horas no se activa el complejo enzimático AMPK,
encargado de regular el balance energético y el consumo de calorías, así como
de poner en marcha la reparación de tejidos. Lo que es más, el AMPK mantiene la
salud cardíaca y le pone la zancadilla al cáncer, dificultando el avance de los
tumores. Razones de más para dejarlo trabajar.
Ante semejantes evidencias, ¿podemos
decir que la dieta TRF ha llegado para quedarse? No está tan claro. Cuando
Jonathan Johnston y sus compañeros les preguntaron a los participantes si
serían capaces de mantener la dieta de las 10 semanas de por vida, la mayoría
respondió que por su parte no había ningún problema, pero que resultaba
absolutamente "incompatible con la vida familiar y social".
"Deberíamos intentar diseñar
otro plan más flexible que todo el mundo pudiese adoptar", reflexiona
Johnston. Eso, o cambiar las pautas alimentarias de una sociedad entera.
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