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El estrés mantenido en el tiempo puede acelerar la progresión de enfermedades crónicas y desencadenar numerosas enfermedades físicas y trastornos mentales:
1. Alteraciones y patologías físicas:
Sistema inmunológico: la
hiperactivación reduce la competencia inmunológica del organismo, lo que
aumenta el riesgo de padecer infecciones (gripes, herpes…) o alergias. También
puede derivar en una peor evolución de enfermedades inmunológicas como el
cáncer.
Alteraciones digestivas y
gastrointestinales: el sistema digestivo deja de funcionar de manera regular,
por lo que muchas de las funciones que realiza se ralentizan o paralizan.
Pueden aparecer dolor de estómago, diarrea, gases, estreñimiento, acidez,
digestiones pesadas, vómitos… A la larga, existe mayor probabilidad de
desarrollar enfermedades como la colitis ulcerosa, el colon irritable o úlcera
gástrica.
Sistema cardiovascular: el estrés
constituye un factor de riesgo directo de enfermedad coronaria, pues aumenta la
frecuencia cardiaca y la presión arterial y acelera el estrechamiento de las
arterias como consecuencia de la acumulación en la sangre de sustancias como el
colesterol. También incita a hábitos nocivos como un mayor consumo de alcohol o
tabaco y a una menor práctica de ejercicio físico, además de a una alimentación
poco saludable.
Sistema endocrino: el estrés
eleva la concentración de azúcar en la sangre, lo cual incrementa la
probabilidad de sufrir sobrepeso y obesidad, factores de riesgo para la
diabetes.
Sistema respiratorio: el aumento
del ritmo de respiración prolongado en el tiempo puede dar lugar a episodios de
hiperventilación y/o sensación de falta de aire.
Sistema reproductor y sexualidad:
como irregularidades en las menstruaciones, mayor probabilidad de aborto,
disminución de la fertilidad, reducción o desaparición del deseo sexual,
disfunción eréctil, etc.
Problemas dermatológicos: el
organismo no regula correctamente la hidratación de la epidermis y la sequedad
favorece la aparición de dermatitis o la caída del cabello. Otros problemas de
piel habituales son el eczema o el acné, y un mayor riesgo de brotes de
psoriasis en quienes padecen esta enfermedad.
2. Alteraciones psicológicas y mentales:
Trastornos de ansiedad: los
términos de ansiedad y estrés no son sinónimos, pero el estrés puede
desencadenar una reacción de ansiedad, que consiste una emoción desagradable
que surge ante esa amenaza, por la posibilidad de que implique un resultado
negativo. La ansiedad no es completamente negativa y cumple también una
función, como reacción emocional que pone en alerta al organismo y lo incita a
activar sus mecanismos de defensa ante un conflicto. Se convierte en un
problema para la salud si es excesiva o desproporcionada y comienza a alterar
el estado psicofisiológico, el bienestar, el comportamiento y la vida diaria de
la persona. En estos casos, se puede llegar a sufrir estos trastornos:
Ansiedad generalizada: se
presentan síntomas muy intensos de ansiedad sin una causa real que los provoque
y sin control por parte de la persona afectada.
Ataque de pánico: aparece
repentinamente un miedo intenso acompañado de la sensación de pérdida de
control por el incremento brusco de síntomas como dolor en el pecho, miedo a
morir, mareo, temblor, sensación de falta de aire…
Fobia: el pánico intenso y
angustioso que se siente ante algunas circunstancias o estímulos.
Trastorno obsesivo-compulsivo:
ideas o pensamientos intrusos u obsesivos que la persona no puede controlar.
Provocan una fuerte angustia que se trata de neutralizar con conductas
repetitivas, que se convierten en rituales.
Estrés postraumático: se da
cuando una situación traumática en la que la persona ha sufrido o podido sufrir
un daño físico o psicológico extremo altera su vida personal y laboral.
Trastornos del estado de ánimo:
los episodios de estrés prolongado suelen desencadenar trastornos como la
depresión, que se caracteriza por sentimientos persistentes de tristeza,
ansiedad, vacío, desesperanza, pesimismo, culpa, irritabilidad e inquietud.
Además, la depresión reduce la resistencia al estrés, por lo que ambos se
potencian entre sí. Otros desórdenes mentales asociados a niveles elevados de
ansiedad y estrés son: trastornos alimentarios –anorexia, bulimia-, trastorno
bipolar, hipocondría o conductas perniciosas -consumo o adicción al alcohol
tabaco o ansiolíticos-.
Trastornos psicofisiológicos: se
somatizan las emociones negativas y se llegan a sufrir las alteraciones físicas
vistas anteriormente sin una causa clara o definida: problemas musculares,
cansancio, dolores de cabeza, hipertensión, eczemas…
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