sábado, 10 de diciembre de 2022

Historias de mi vida liberal: derechos humanos para todos por igual.

 

Por Bernardo Rabassa. Historias de mi vida liberal.  www.estrelladigital.es 

Como siempre, en el Instituto Acton leo a Gustavo Irrazabal que dice y me sugiere el tema: El gran filósofo Immanuel Kant nos legó una regla muy simple para saber si una acción que realizamos es buena o mala: “Obra siempre según una máxima que puedas convertir en ley universal”. ¿Está mal robar, mentir o cometer homicidio? Imaginemos que pasaría si existiera una máxima universal que autorizara estos actos. En esta regla se funda una ética objetiva: las acciones no son buenas solo porque las haga yo (o los de mi grupo), ni son malas solo porque las hagan otros. Es cierto que tenemos una tendencia natural a reaccionar así debido al egocentrismo o al sentimiento tribal. Pero al guiarnos por máximas “universalizables” nos comportamos como seres racionales y, por lo tanto, capaces de una mirada crítica sobre nuestras propias acciones y criterios y los de los demás.

Declaración Universal de los Derechos Humanos: lista de artículos ACNUR Comité Español Abril 2016. La Declaración Universal de los Derechos Humanos lista principios sociales, individuales, económicos, culturales y civiles. La Declaración, aprobada por el Consejo de las Naciones Unidas en 1948, supuso el primer gran acuerdo entre las naciones del mundo sobre la libertad, la igualdad y la dignidad humanas.

En este documento están consignados los derechos básicos de cualquier persona, independientemente de su raza, sexo, religión, nacionalidad o país de origen. Son en total 30 artículos que más tarde se complementaron con el Pacto de Derechos Civiles y el Pacto de Derechos Económicos, Sociales y Culturales (1966).

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Derechos Humanos: lista de artículos.

La Declaración de derechos humanos se compone de un preámbulo en el que se exponen seis consideraciones sobre los derechos y de los 30 artículos enunciados de la siguiente forma:

1 Todos los seres humanos nacen libres e iguales.

2 Todas las personas tienen los derechos proclamados en esta carta.

Hablan sobre el alcance de los derechos recogidos en la carta, así como de sus beneficiarios. Es una forma de introducir el tema a los lectores y sirven como base para lo que se desglosará en los siguientes apartados.

3 Todo individuo tiene derecho a la vida, la libertad y la seguridad.

4 Nadie será sometido a esclavitud ni a servidumbre.

5 Nadie será sometido a penas, torturas ni tratos crueles o inhumanos.

6 Todo ser humano tiene derecho al reconocimiento de su personalidad jurídica.

7 Todos tienen derecho a la protección contra la discriminación.

8 Toda persona tiene derecho a un recurso efectivo ante los tribunales.

9 Nadie podrá ser detenido, desterrado ni preso arbitrariamente.

10 Toda persona tiene derecho a un tribunal independiente e imparcial.

11 Toda persona tiene derecho a la presunción de inocencia y a penas justas.

12 Constituyen los derechos relacionados con la persona, la libertad, la presunción de inocencia y el libre desarrollo de su personalidad.

13 Toda persona tiene derecho a la privacidad, la honra y la reputación.

14 Toda persona tiene derecho a la libre circulación y a elegir libremente su residencia.

15 Toda persona tiene derecho al asilo en cualquier país.

16 Toda persona tiene derecho a una nacionalidad y a cambiar de nacionalidad.

17 Todos los individuos tienen derecho a un matrimonio libre y a la protección de la familia.

18 Son los derechos del individuo en relación con su comunidad, que por lo general tienen aplicación en su país o lugar de residencia.

19 Toda persona tiene derecho a la propiedad individual o colectiva.

20 Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, conciencia y religión.

21 Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión.

22 Estos artículos recogen derechos relacionados con la libertad de pensamiento, de conciencia, de religión y de libertad política

23 Toda persona tiene derecho a la libertad de reunión y asociación.

24 Toda persona tiene derecho a participar, directa o indirectamente, en el gobierno de su país.

25 Toda persona tiene derecho a la seguridad social.

26 Toda persona tiene derecho al trabajo y la protección contra el desempleo.

27 Toda persona tiene derecho al descanso y al disfrute del tiempo libre.

Estos artículos recogen derechos relacionados con la libertad de pensamiento, de conciencia, de religión y de libertad política.

28 Toda persona tiene derecho al bienestar: alimentación, vivienda, asistencia médica, vestido y otros servicios sociales básicos.

29 Toda persona tiene derecho a la educación y al libre desarrollo de la personalidad.

30 Toda persona tiene derecho a tomar parte en la vida cultural de su comunidad.

Por último, este apartado recoge las condiciones y los límites de los derechos enunciados en esta carta. Es decir, trata de los deberes que deben asumir las personas en relación con su contexto y su comunidad. En resumen Toda persona tiene derecho a un orden social que garantice los derechos de esta carta. Toda persona tiene deberes con respecto a su comunidad.

¿Cómo se articulan los derechos de la Declaración?

Esta Declaración es, en realidad, la suma de una serie de principios que ya se habían anunciado en documentos previos, como, por ejemplo, la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano (1789), los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana (1791), El Convenio de Ginebra sobre la esclavitud (1925) y los Códigos de Malinas sobre Moral Internacional (1937).

La ética de los derechos humanos se basa en esa idea de universalidad, expresión de nuestra condición de seres racionales. Cuando en la Argentina cerramos la terrible etapa de la violencia de los años 70 con el Nunca más (1984) elaborado por la Conadep, nos comprometimos a abrazar ese ideal ético y plenamente racional que enseñaba Kant: descartando la “simetría justificatoria” entre los crímenes de los particulares y el Estado, se repudiaba el terror de ambos bandos, llamando a nuestra democracia “a mantener y salvar los sagrados y esenciales derechos de la criatura humana” (cf. Prólogo de Ernesto Sabato). Aceptamos en aquel momento que todo ser humano, por el solo hecho de serlo, es titular de derechos inviolables e inalienables. Logramos en ese entonces un consenso capaz de unirnos y dar un marco de valores fundamentales a nuestra convivencia política. En España en el largo camino desde 1939 a 1978, dictadura de Franco y primer gobierno de la Transición hasta la constitución de 1978. España es un país profundamente comprometido con los Derechos Humanos, cuya protección y promoción constituye un eje prioritario de nuestra política exterior. La libertad, la justicia y la paz se fundan en el respeto a la dignidad y a los derechos inalienables de todas las personas.

Recordar el hito histórico del Nunca más nos permite apreciar la altura de la catastrófica caída que se produjo en nuestra cultura cívica con la apropiación de los derechos humanos por parte de una facción política. Como se sabe, desde 2006 se antepuso al prólogo original un nuevo prólogo firmado por la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación, vinculando la represión con el intento de “imponer un sistema económico de tipo neoliberal y arrasar con las conquistas sociales de muchas décadas”, mientras que los crímenes de la subversión se transformaron en “la resistencia popular” que se oponía a que “dichas conquistas fueran conculcadas”. Nunca máis (en castellano, «Nunca más») fue una plataforma ciudadana y un movimiento activista español, originado en Galicia, para reclamar responsabilidades medioambientales, judiciales y políticas por el desastre del petrolero Prestige. Creada el 21 de noviembre de 2002, dos días después del accidente, su símbolo es una bandera gallega con fondo negro en lugar del blanco, es lo que intenta también Podemos limitando la existencia de partidos alternativos, transformándose en una utopía dictatorial comunista como propuesta esencial. A partir de entonces, en Argentina los derechos humanos ya no expresaron un consensode toda la nación por encima de la política partidaria, sino que comenzaron a ser parasitados por esta última. Pasaron a ser los derechos de unos contra otros: de la izquierda (nunca extrema) contra la derecha (siempre extrema), de los sectores populares contra los antipopulares, de los luchadores sociales contra los represores (y sus descendientes), etcétera. Muchos referentes importantes de la lucha por los derechos humanos traicionaron sus ideales y fueron cómplices en este giro. La regla de la universalización fue descartada, y con ella, la racionalidad ética. El doble estándar se convirtió en la nueva norma, ya no como defecto espontáneo, sino como actitud ideológica libre de escrúpulos. La vida social y política se desbarrancó por la pendiente del tribalismo.

El ejemplo más reciente igual que en España es el “discurso del odio”. Hay una diferencia esencial entre el llamado directo a la violencia en las calles y la crítica dentro del orden democrático que reclama respuestas institucionales. Esta última puede ser unilateral, excesiva o imprudente, pero no puede ser coartada argumentando el peligro del odio, que es solo una de las tantas reacciones posibles. Sin embargo, precisamente los que hoy incurren en lo primero (delito de sedición, ley trans, ley de animales etc.etc) acusan a los que ejercitan su derecho (libertad de expresión), pretextando los sentimientos de las personas, en los que no tiene ninguna competencia el Estado.

La sociedad, sea por impotencia, temor o mala conciencia, ha tolerado demasiado tiempo la virtual discriminación entre ciudadanos de primera y de segunda, juzgados por estándares distintos según su pertenencia social y afiliación política. La Iglesia Católica, como actor social decisivo con indiscutible relevancia ética, junto con las restantes comunidades religiosas y fuerzas vivas de la comunidad civil, debe contribuir a la construcción de un nuevo consenso que ponga fin a esta situación tan injusta como peligrosa e insostenible.

Sin retomar los cauces de la racionalidad no habrá posibilidad de entenderse, y la paz social quedará siempre expuesta al camino sin retorno de la violencia. El punto de partida consiste en desideologizar los derechos humanos y atreverse a plasmar el sueño de Ernesto Sábato en su Prólogo al Nunca más: una democracia que garantice “los sagrados y esenciales derechos de la criatura humana”. Los de todos. .Es decir todos iguales en sus derechos, aunque independientes en sus libertades diarias, que le permitan volar en libertad, preconizando la competencia, el merito y el esfuerzo individuales, o familiares.

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